Cultura

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Y a partir de entonces. soy yo quien dirijo mis recuerdos. Parcialmente. claro. Siempre hay momentos del día (generalmente cuando me invade el desánimo o me siento jodido) en que los recuerdos aún me zarandean. Pero no es lo corriente. Lo normal es que ahora planifique la memoria. o sea. que decida qué voy a recordar. Y así resuelvo recordar, por ejemplo, una lejana jornada de escuela primaria. o una noche de farra con amigos, o alguna de las interminables discusiones en el ámbito de la FEUU, o los vaivenes (hasta donde eso puede efectivamente recordarse) de alguna de mis escasas borracheras, o un diálogo a fondo con el Viejo, o la mañana en que nació Beatriz. Es claro que todo eso lo voy alternando con los recuerdos que se refieren a vos, pero aun en éstos he decidido poner orden. Porque si no pongo orden, todas tus imágenes se concentran en tu cuerpo, en vos y yo haciendo el amor. Y eso no siempre me hace bien. Pasa a ser una constancia dolorosa de tu ausencia. O de mi ausencia. Primero gozo angustiosa y mentalmente. Disfruto en el vacío. Luego me deprimo. Y el bajón me dura horas. De manera que cuando te digo que también en este campo tuve que poner orden, quiero decir que he decidido incorporar otros recuerdos que te (y me) atañen y que son tan decisivos y valiosos como las noches de nuestros cuerpos.

Mario Benedetti

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